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En una granja llena de música y alegría vivía un grupo muy especial de animales. Cada mañana, el amigo gallo saludaba al sol con su canto y se jactaba de su importante tarea. El gallo: Yo soy el amigo gallo/ y me gusta despertar/ a todos los animales/ con mi canto ja, ja, ja. Al llegar el medio día, la vaca invitaba a todos a un festín con un mugido muy particular. La vaca: Hola niños, soy la vaca/ y los invito a comer/ un pastel y una gran torta/ en la granja je, je, je. Por la tarde, el elefante usaba su gran trompa para convocar a todos los animales a jugar y disfrutar. El elefante: Yo soy el gran elefante/ el gran elefante soy/ a jugar yo los invito/ con mi trompa jo, jo, jo. Con la caída de la noche, el gato se encargaba del silencio y la paz, ayudando a todos a dormir suavemente con su melódico maullido. El gato: Cuando todo se oscurece/ con un “miau” hago dormir/ gallos, vacas y elefantes/ a la cama ji, ji, ji. Pero una noche, mientras todos dormían, la jirafa se sintió triste y olvidada, pues no tenía ningún sonido especial con el que contribuir. Decidida a ser notada, la jirafa hizo una travesura. Al amanecer, los animales despertaron con sorpresa, ¡sus sonidos habían cambiado! El gallo maullaba, la vaca trompeteaba, y el elefante cacareaba. ¡Qué confusión! Cuando la jirafa explicó su jugarreta, los animales no pudieron evitar reír. Comprendieron cómo ella se sentía y decidieron inventar una canción especial que todos cantarían juntos. (Canción “Los sonidos de la granja”): Ahora con la jirafa/ vamos juntos a cantar/ somos todos los amigos/ de la granja la, la, la. Juntos, aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de cada uno, y la jirafa sonrió feliz, sintiéndose al fin parte de aquella melodía de amistad. FIN.
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